domingo, 27 de enero de 2013

Galletas-piruleta para Ni

Escribir y mantener un blog es una ocupación exigente. Lleva mucho más tiempo del que yo sospechaba cuando empecé.

Este blog nació con la idea de ser mi "recetario". Estaba harta de tener mil y una recetas, cada una en un papel, algunas arrugadas, otras sucias... Un desastre. Para evitarlo, pensé que sería cómodo tenerlo todo junto en el ordenador... O, más aún, en vez de en simples archivos Word, ¿por qué no unirme a la moda bloggera y también compartir?

Y así inicié esta andadura de A la hora del té, como medio para dar cobijo a mis recetas dulces (mis recetas saladas siguen perdidas en el cajón. No doy para más J).


El problema es que una vez te sumerges en este mundo, tus necesidades van creciendo. Lo que al principio te parecía suficiente, ya no lo es. Cada vez quieres hacerlo mejor. Y no solo me refiero a las recetas, que también. Me refiero a los textos que escribes, a las fotos que haces, a la estética de las entradas, del blog... Hay todo un universo por descubrir (y del que ya os iré dando cuenta, porque últimamente estoy descubriendo cosas muuuy útiles para el blog...).

La preparación de los posts no siempre es igual de fácil. Hay ocasiones en las que he hecho una receta que merece la pena, tengo las fotos listas y en mi cabeza tengo la idea de cómo enfocar el post, pero no tengo tiempo material para dedicarme a ello; y hay otras ocasiones en las que tiempo sí tengo, un ratito al mediodía antes de ir al cole a por los niños o después de cenar cuando la casa respira tranquilad, pero si ese oasis no viene de la mano de la inspiración tampoco hay nada que hacer.


Imagino que a vosotros también os pasa. Aunque no sea ahora, seguro que recordáis cuando ibais a clase y teníais esos días espesos en los que las palabras no os salían. A mí me ocurre de vez en cuando. El otro día en el trabajo, sin ir más lejos, después de dedicarle un rato a un escrito, al releerlo yo misma me di cuenta de que el resultado era de lo más barroco... vamos, que de tan retorcido e historiado no había quien se enterara J Esos días son frustrantes. Más vale darse un respiro y volver a empezar de cero.
Hay veces en las que te pones a escribir y hasta desnudas una pequeña parcela de tu intimidad o de tu vida privada que nada tiene que ver con la repostería pero que brota espontáneamente y de alguna manera termina entrelazada con la receta que precede. Esos días son de gran inspiración... y de mucho tiempo por delante sin interrupciones J

Siempre, incluso cuando solo quieres subir las fotos de alguna bonita creación, hay que presentarlo, ¿o no? Aunque simplemente diciendo: "hoy os traigo las galletas que con más amor he hecho con ocasión del cumpleaños de mi hermana".


Y eso es justo lo que hoy os presento, sin más historias: las galletas para mi hermana Inés (no me preguntéis por qué, pero la llamamos también Ni).

Son unas galletas-piruleta sencillas pero vistosas. La receta de la masa es la que siempre utilizo para las galletas decoradas (la encontraréis aquí). La decoración es de glasa con una pequeña flor hecha de fondant. 

 ¡Feliz cumpleaños (con un poco-bastante de retraso) y que cumplas mil más!

lunes, 21 de enero de 2013

Todo se puede arreglar: tarta de chocolate

Me declaro culpable. Culpable de haber sido poco cuidadosa y casi haber dejado a mi pequeño sin regalo de cumpleaños, sin fiesta y sin soplar las velas.

1, 2, 3 y ¡¡4 añazos!!
Pero lo tenía difícil, muy difícil. ¿O no es complicado un cumple que cae en lunes?
 
Es lo malo que tienen los cumpleaños que caen entre semana... Pasan medio desapercibidos. Y para qué decirte si encima llegan solo ocho días después de Reyes. Los que tengáis familiares o amigos que cumplan los años cerca de las Navidades entenderéis de lo que estoy hablando...
 
El lunes pasado fue el cumple de mi pequeño. Cuatro añazos. Preparamos con mucha ilusión las galletas de leones y de monos que llevaría al cole para sus compañeros. Y... ya está. Eso fue todo...
 
Con la resaca de las Navidades todavía encima, reuniones, comidas, cenas, regalos... a mi marido y a mí no nos motivaba nada pensar en cómo celebrar el cumple y qué regalarle.

En cuanto a la fiesta, como es lógico, si uno no dedica esfuerzo, las cosas no se hacen solas así que, por dejadez, la no-decisión fue no celebrar el cumple.

Y en cuanto al regalo, como yo tenía en la recámara un regalito que los Reyes no habían entregado (en otro post ya os contaré por qué este año había un regalito huérfano que los Reyes no habían dado), vi el tema solucionado y no le dediqué ni un pensamiento más.

 
Y, es verdad, tendríamos que haberle dedicado un poco de tiempo. El caso es que por la mañana, como yo salgo antes y mi casa es un hervidero, ni nos planteamos darle el regalito. Y luego por la tarde, como el padre de la criatura (en expresión de mi madre) no está en casa, pues tampoco se me ocurrió darle nada.
 
Fijaos cómo fue. Amanecimos el lunes y como yo soy la primera que salgo de casa y lo que dejo detrás de mí más que un "hogar, dulce hogar" parece un "gallinero, ruidoso gallinero", ni nos planteamos darle el regalo. No vayáis a pensar tan mal de mí, tan madrastrona no soy, que sí le cantamos el cumpleaños feliz muchas veces  ♪  ♪  ♪ 
 
Y pasó la mañana, los niños en el cole, los padres trabajando... Esas cosas del día a día.

Y llegó la tarde, y como el padre de la criatura (como diría mi madre) no estaba en casa, no le di el regalo, ¿cómo iba a dárselo yo sola?

Por ahora, todo en orden. Pero me empecé a sentir mal cuando llaman por teléfono para felicitar al chiqui y le oigo que está hablando con su tía Encarni y le dice "espera, que lo estoy pensando...", "pues galletas, chuches..." ¡Madre mía! Me sobresalté. Le está preguntando por los regalos que ha recibido... ¡y a estas alturas del día no ha recibido ninguno!

Ahí se me accionó el botón de la sensatez y de la responsabilidad. No podía dejar que pasara el cumpleaños del chiquitín de la casa sin pena ni gloria. Solo se cumplen 4 años una vez en la vida. Con lo ilusionado que salió él del cole con su corona de cumpleañero gritando "es mi cumple, es mi cumple"...

Y, bueno, aunque el regalo se lo dimos cuando llegó su padre por la noche (ya no podía ser de otra manera), creo que pasó una tarde estupenda y que entre sus hermanos y yo conseguimos hacerle sentir muy especial.

Y, en cuanto a la fiesta, un poco por expiar culpas y otro poco porque nos encantan las reuniones, decidimos que ¡el domingo era un día excelente para celebrar el cumpleaños! Y, que, por supuesto, ¡iba a tener su tarta y velas para soplar!


Layer cake de chocolate

La receta no tiene gran complicación.
 
El bizcocho es el clásico 1-2-3 de toda la vida. Hacía mucho que no lo hacía y, la verdad, es que es muy agradecido. Ha sido Isabel, del blog Me reservo para el postre...¿o no?, la que me lo ha traído a la memoria. He seguido su receta casi paso a paso: lo único que he cambiado ha sido el yogur, que en vez de poner uno normal, he utilizado un yogur griego natural por aquello de la cremosidad... Pero, por lo demás, he sido muy obediente, hasta en lo de no precalentar el horno. El tiempo de horneado, como bien avisa ella, depende del horno, "cada horno es un mundo", y a mí me llevó unos 50 minutos lograr que el palillo saliera limpio...
 
Así que parto de su receta, que está fenomenalmente explicada, y yo solo os cuento cómo lo decoré.
 
Una vez horneé el bizcocho, lo envolví en papel film y lo metí en la nevera para que pasara la noche porque mi idea era hacer una layer cake (o sea, una tarta de pisos). No sé qué me ha dado con las tartas de pisos que me vuelven loca. Eso de tener el bizcocho, cortarlo en "rodajas" con la lira, ir colocando los pisos en el plato giratorio e ir untándolos con la crema... No sé, es un rollito creador muy adictivo. Es tan divertido...
 
A la mañana siguiente, después de haber dormido en la nevera y de tener las migas bien "agarradas", lo corté en tres con la lira.


 Para el relleno utilicé la receta de buttercream de Alma de Objetivo: cupcake perfecto.

Es también muy sencilla: mezclé 150 g de mantequilla con 150 g de azúcar glas y 75 g de chocolate negro derretido (yo siempre fundo el chocolate al baño maría para que no se me queme en un descuido en el microondas). Todo eso, muuuuy bien batidito.

Luego, ayudándome de un plato giratorio y una espátula de ángulo puse una capa de crema de chocolate entre cada capa de bizcocho y finalmente la recubrí entera.

Como era tarta para mi chiquitín, la decoré con lacasitos y fideos de colores.

Y, como colofón, la adorné con unos banderines de colores: 1, 2 , 3 y  ¡¡4 añazos!!

Pd. Os puedo prometer que mi chiqui pasó un cumpleaños de diez y que ni sospecha lo "malos" que son sus padres  J


 

martes, 15 de enero de 2013

Galletas de leones y monos

Como ya va siendo tradición en esta familia, cada vez que llega el cumple de uno de mis tres chiquis hacemos galletas. Unas veces decoradas y otras veces de las más sencillas que se decoran simplemente con lacasitos. ¡Uy! Estoy pensando que no os he enseñado la receta de galletas de lacasitos nunca... Con lo fácil que es, lo riquísimas que resultan y lo perfectas que son para hacer con niños... Tomo nota mental: "subir post con receta de galletas de lacasitos" (a ver si no se me olvida J)


A lo que iba, ayer fue el cumpleaños de mi pequeño. Cuatro añazos ya (¡horror!, me quedo sin bebé...) y decidió que quería llevar al cole para sus amigos galletas de animales. ¡Qué raro! Como apenas le gustan...
Así que, manos a la obra: cogí mis moldes de leones y de monos y a trabajar.
Utilicé mi receta básica de galletas de mantequilla y mi receta de galletas de chocolate. Para qué seguir probando recetas si tengo archi demostrado que ¡estas funcionan a las mil maravillas!


Perdonad por la calidad de las fotos. Las hice ayer mismo por la mañana antes de ir cole, rápido y corriendo... ¡Un desastre! ¡Como siempre, en el último momento! No aprenderé nunca...

sábado, 5 de enero de 2013

Árbol de frutas... ¡¡para desengrasar!!

¡¡Feliz año 2013!!
 
 
¿No habéis sentido la necesidad en algún momento durante todas estas fiestas de algo desengrasante?
 
A mí, mi cuerpo muchas veces me grita "¡¡dame dulce!!" y más concretamente "¡¡dame chocolate!!", pero no es tan habitual que me suplique que le dé algo "sano". Pero ahora, llegados  a estas fechas en las que las Navidades están ya casi vencidas, en más de una ocasión he sentido el apremio de desatascar toda la grasa y excesos que corren por mi cuerpo... No en balde he engordado dos kilos, ¡¡¡horror!!!


La última ha sido esta Nochevieja. Yo, ¡cómo no!, me encargaba del postre de la cena: un delicioso tronco de Navidad. El caso es que según empecé a preparar los ingredientes, una imagen se iba apareciendo más insistentemente y una exigencia iba siendo cada vez más acuciante... Mi cuerpo me estaba imponiendo la obligación de hacer otro postre... ¡de fruta!
 
Así que, aparqué la elaboración del tronco de Navidad (solo momentáneamente, no os asustéis, no estoy tan loca como para dejar a mi familia sin dulce de postre...) y me puse a pensar en cómo preparar un postre de fruta bien desengrasante y vistoso a la vez.
 

Y este que os presento, fue el resultado: un árbol de fruta.

No quedó ni de lejos perfecto. Está un poquillo despoblado y se me torció hacia un lado pero os aseguro que después de la suculenta cena, el primer postre que atacamos todos hasta que solo dejamos el esqueleto fue el arbolito de fruta.

Por supuesto, acto seguido, devoramos el tronco de Navidad. Faltaría más J

(Para los que sintáis curiosidad, el esqueleto del árbol no es más que una zanahoria que hace de tronco "pinchada" en una base hecha con media manzana. Fácil, ¿no?)