martes, 22 de marzo de 2016

Elastic Girl y, al final del post, deliciosos muffins chocolateadísimos

22 de marzo de 2015. Domingo por la tarde.

¡Ring, ring! (o como demonios suenen ahora los teléfonos).

- ¡Hey, Ni! ¿Qué tal? - era domingo por la tarde y llamé a mi hermana para charlar con ella.

Había amanecido en Londres un día radiante, me dijo. Con un sol de los que rara vez brilla en el cielo londinense y había aprovechado para ir a comer a casa de su amigo Antonio. De hecho, mi llamada la sorprendió despidiéndose de él después de la sobremesa.

Así íbamos: yo encerrada en la habitación de mi mayor, por aquello de tener intimidad mientras hablaba por teléfono; y ella caminando por las calles de Londres de vuelta a su casa.

Y, de pronto...



¡¡¡Booom!!!! ¡¡¡¡Crash!!!

Ruido de fondo de barullo de gente y de coches.

- Niii. Inéeeeeeessssss. Hoooolaaaa - grité después de tal algarabía de ruido.

- Niiiiiiii.

- Niiiii. Inéeeeeessssss. Coge el teléeeeeefonooooo.

Me empecé a poner nerviosa.

Si se le ha caído el teléfono mientras hablábamos, ya tendría que haberlo recogido...

- Niiiii. Tíiiiiiaaaaa. Coge el teléeeeefonooooo.

Me empezó a temblar la voz.

- Niiiiiiiiii. Inéeeeeeeeeessssss.

Ha tenido que pasar algo. No es normal. 

Mi cabeza en estos momentos se mantuvo especialmente fría y no se perdió en elucubraciones absurdas. Colgué el teléfono. Bendita información recibida sobre sus planes: acaba de salir de casa de Antonio. Antonio no vive muy lejos de ella. Todavía no ha llegado a su casa...

¡Llama a Antonio!

¡Claro! ¡Tengo que llamar a Antonio!

- Antonio, soy la hermana de Inés. Ha pasado algo. No sé el qué, pero ha pasado algo. Iba hablando con ella por el móvil y se le ha caído y ya no me lo coge.

- Tranquila. Acaba de salir de mi casa.

- Sí, ¡claro! Por eso te llamo. Me ha dicho que estaba volviendo andando de tu casa a la suya y le ha pasado algo. Antonio. No sé qué ha pasado...

- Salgo a buscarla. No te preocupes. Salgo ahora mismo a ver si la encuentro.

¿Qué hago? ¿Qué hago? No podía parar quieta.

- ¡¡¡Niiiii!!! ¡¡¡Niiiiiii!!! - gritaba desesperada como si pudiera oírme.



Con dedos temblorosos accedí a últimas llamadas y por azar pulsé en Facetime activando así una llamada con imagen.

- Hello?? - ante mí, en la pequeña pantalla de mi móvil, apareció una chica morena saludando.

- ¿¡Inés!? ¡Estoy buscando a Inés!

- ¿Eres una amiga? - me contestó en inglés.

- No, no, soy su hermana, estoy llamando desde España. ¿Dónde está mi hermana? - todavía no sé cómo pude articular palabra y mantener una conversación en inglés con mi cabeza girando como un torbellino a mil por hora.

- Tranquila. Está aquí. Ha tenido un accidente. Un coche la ha atropellado.

- But is she ok???, is she ok???? - pero ¿está bien?, ¿ está bien?. Esta pregunta se ha quedado grabada a fuego en mi memoria. "Is she ok?" Lo pregunté una decena de veces. Como un mantra.

- Si, tranquila. Está bien. Ha tenido un accidente. Se ha golpeado la cabeza, pero está bien. Hemos llamado a una ambulancia.

El caos y la zozobra en los que estaba sumida solo me permitieron reaccionar a medias. Alcancé a contarle que como mi hermana no me cogía el teléfono después de que se le cayera, había avisado a un amigo suyo español que vivía cerca y que él había salido a la calle en su búsqueda. Le facilité el nombre y el teléfono y le pedí que, por favor, le llamara para decirle lo que había pasado y el sitio exacto donde se encontraban.

Volví a llamar a Antonio. No me lo cogió. Desesperada le mandé un whatsapp:

"Le ha atropellado un coche. Está bien. He hablado con alguien que me ha cogido el teléfono. Han llamado a una ambulancia. Pero dice que está bien. Pero no he hablado con ella".

¡No he hablado con ella! ¡Madre mía, no he hablado con ella!

¿Cómo era posible? ¡No había hablado con ella!

Is she ok? Is she ok? Is she ok?- empecé a repetirme en tono de burla a mí misma. ¡Joder! ¡Pero si ni siquiera había hablado con ella!

A los pocos minutos, recibo un whatsapp de Antonio:

"La chica que está con ella me acaba de llamar. Ahora te cuento".

Ahí me derrumbé. Me empezó a temblar todo el cuerpo. Me fallaron las rodillas. Me dejé caer en el asiento-tigre de peluche de mis hijos. Gordos lagrimones me empezaron a caer. En nada, los sollozos eran incontrolables.

En algún momento de este alboroto, entró mi mediano en la habitación. Cuándo exactamente, no lo sé. Debió acudir asustado por mis gritos llamando a mi hermana. Recuerdo flashes de su carita de preocupación preguntándome "mami, ¿qué pasa?, ¿qué pasa, mami?". En algún otro momento debieron llegar los otros dos.

Al verme llorar desconsolada, se alarmaron de veras.

- ¡¿Qué pasa?! Mami, ¡¿qué pasa?!

- Nada- acerté a decir-. Han atropellado a tita Ni. Pero está bien.

- Mamiiii, ¿se va a morir tita Ni?- Era la voz del más pequeño que me miraba compungido y asustado. Esta pregunta la recordaré siempre. Inocencia de los niños.

- Nooooo. Claro que no. Está bien. Está yendo una ambulancia para ver qué tal está. Pero no hay que preocuparse.- Esto me lo dije más a mí misma que a él.

Todavía no había podido hablar con ella. ¿¿Cómo estaba tan segura de que estaba bien??

Dejé pasar diez minutos. Volví a mandar un whatsapp a Antonio.

"Antonio, has llegado? Sabes algo más??"

Tuvieron que pasar todavía quince más antes de recibir una respuesta suya:

"Estamos hablando con la poli. Te llamo en breve".

Hablé con Antonio. Me describió la situación. Me confirmó que mi hermana estaba bien. Que la ambulancia estaba a punto de llegar. Pero, no, en ese momento no podía hablar con ella. Me tenía que dejar. Tenía que atender a la policía.

¡Joder! ¡Solo quiero hablar con mi hermana! ¡Oírle decir que está bien!

Volví a escribir a Antonio totalmente desesperada. "Puedo hablar ya con ella? Estoy angustiada".

Y, por fin, me llamó, y me pasó a mi hermana. Totalmente desubicada y sin saber muy bien qué había pasado. Descentrada. Pero ella y, aparentemente, bien.

Ya. Ahora sí. Ahí me relajé. Aflojé. Ya. Ahora la llevarían al hospital, la revisarían y nos quedaríamos tranquilos todos.

Una vez superado el trance, una vez volví a hablar con ella desde la ambulancia que la llevaba al hospital acompañada de Antonio, me sentí con fuerzas para llamar a mi madre y contarle lo ocurrido. Con final feliz incluido. Ya no podía torcerse. Ni qué decir tiene que la invité a cenar a casa. Necesitaba más que nunca un abrazo fuerte fuerte. Cenamos juntas, nos desahogamos y, entre risas, decidimos que nos merecíamos un buen Lexatín de postre J.



Vaya post denso e intenso os he dejado hoy, ¿eh? Pero podéis respirar tranquilos J. Todo terminó bien. Con un golpe en la cabeza y diversas magulladuras que han estado dando la lata unos cuantos meses pero nada roto ni irreparable.

Así que hoy celebramos el primer aniversario de Elastic Girl. No os riáis, que después del impacto y de salir volando por los aires, no se hiciera apenas nada, le ganó el mote de Elastic Girl durante un tiempo J.

Y, ¿qué? ¿después de todo esto os pensabais que os iba a dejar sin receta?? ¡Ni hablar! Os traigo una receta súper fácil, rápida, con muuuuucho chocolate, sin mantequilla, con leche de soja... De esas  recetas maravillosas para levantar el ánimo y ayudaros a superar cualquier revés J

Ingredientes

(Para unas 30 mini magdalenas o 15 magdalenas)

225 g harina
 190 g azúcar
 15 g levadura tipo Royal (1 sobre)
 2 huevos M
 25 g cacao tipo Valor
 90 g aceite
 250 ml leche soja (o de vaca si no tenéis intolerancia a la lactosa)
 1 cucharadita de extracto de vainilla
 40 g pepitas de chocolate (o más, o menos... ¡al gusto!)



Elaboración
Como siempre, empezamos calentando el horno para luego no perder tiempo: calor arriba y abajo a 180º.

Tamizamos en un bol la harina y el cacao. Añadimos el azúcar y la levadura. Mezclamos.

En otro bol batimos el aceite con los huevos. Le incorporamos el extracto de vainilla y la leche. Volvemos a batir.

Echamos el bol de los sólidos en el bol de los líquidos y mezclamos hasta conseguir una masa homogénea.

Añadimos las pepitas de chocolate y mezclamos.

Vertemos la mezcla en las cápsulas de las magdalenas que estarán colocadas en una bandeja de cupcakes, de mini cupcakes o flaneras. Como os apañéis ☺. Rellenamos aproximadamente dos tercios de las cápsulas.

Y al horno. Colocamos la bandeja en una altura media y dejamos hornear unos 15 minutos si son mini magdalenas o el doble de tiempo si son magdalenas.

Sacamos del horno y pasamos a una rejilla para que terminen de enfriar.

Muy feliz Semana Santa tanto si viajáis como si os quedáis en vuestra casita. Disfrutad todo lo que podáis y sed muy felices J