jueves, 25 de febrero de 2016

Receta de natillas y cómo la Thermomix ha entrado en mi vida

¡Por fin he entrado en el club de los que tienen la Thermomix! No sé si estoy de fiesta o de funeral... Digamos que yo estoy de fiesta J y mi marido está de funeral L

Mi historia con la Thermomix es una historia muy larga, de hace muchos años. Es una historia que bien podríamos calificar como la clásica historia amor-odio.

Creo que no exagero si digo que mi relación con ella empezó hace por lo menos cuatro o cinco años. 

Lo típico. Amigas que la tienen, vecinas que la tienen, compañeras de trabajo que la tienen... Amigas, vecinas y compañeras que te cuentan las bondades de la Thermomix... 

Y yo, que soy muy facilona, me dejo encandilar: pues es verdad, me vendría muy bien. Sí, con tres enanos me facilitaría mucho las cosas. Sí, me ayudaría mucho para las cenas. Así no tendría que estar enganchada a la sartén o al cazo y podría estar más pendiente de los niños. Claro, mientras la maquinita va haciendo las cosas sola, yo puedo estar con los enanos estudiando, controlando que se duchen como es debido, charlando... O puedo dedicar el tiempo a centrarme en mis cosas, que no solo de hijos vive la mujer, jeje. Sí, sí, me vendría muy bien. Además, así puedo abrir mi abanico de menús, que se me acaban las ideas, y seguro que la maquinita me motiva a hacer nuevos platos.

Todo comodidades y utilidades, ¡menos el precio! Y es que vaya precio tiene la maquinita. ¡Madre mía! Un precio tal que me hace replantearme todo: no, no me hace falta. Yo me organizo muy bien tal y como estoy. Además ya le tengo pillado el truco a mis recetas y me gustan así. No sé yo si me va a convencer cocinar con ella. Mira que si luego no me gusta cómo sale la comida. Y si no le saco provecho... Porque yo ya estoy hecha a cocinar de una manera y lo mismo no me acostumbro a la maquinita. 

Y a estas reflexiones siempre ha contribuido generosamente mi marido, reacio desde el primer momento a incorporar ningún aparato más a nuestra cocina: la maquinita cuesta mucho dinero, ¿estás segura de que la vas a utilizar?, ¿estás segura de que le vas a sacar provecho? Que tú cocinas fenomenal y no necesitas ninguna maquinita más. Además, ¿dónde la ponemos? No hay un solo hueco en la cocina. No caben más trastos tuyos. Piénsatelo bien. No te vayas a arrepentir.


Y mareándome como un pato he ido de unos argumentos a otros. Pin, pan, de un lado a otro. Sin terminar de decidirme. 

Hasta que hace unas semanas, hablando con una conocida en el cole me enteré de que ella vendía la dichosa Thermomix. Y, ¡hala!, todo el debate "Thermomix sí, Thermomix no" recuperó su apogeo y actualidad.

El hecho de ser una persona muy cercana, con la que me llevo muy bien y a quien veo muy a menudo, me sirvió de acicate. Así que me lié la manta a la cabeza, le dije a mi marido que el fantasma de la Thermomix se me había reaparecido y que le iba a dar una oportunidad de una vez por todas;  y quedé con mi amiga para que me hiciera una demostración.

Dicho y hecho. Sábado por la tarde, día elegido como puesta a prueba de la maquinita. Me tenía que convencer. Era una demostración a vida o muerte, jeje. Como degustadores, la familia Biafra, invitada a casa a cenar. 

Lo primero, no os riais, fue buscarle ubicación en mi pequeña encimera. Una vez vimos que encontraba su sitio en mi cocina sin desplazar a la cafetera ni al calentador de agua, nos metimos en faena.

Puedo decir que no nos defraudó en absoluto. Preparamos espaguetis con salsa de tomate y chorizo para los niños, y puré de verduras y fiduá para los mayores. (Ya, un menú un poco raro, pero me permitiréis no entrar en los detalles de su elección J . Un rollo cero interesante, por otra parte).

Y ahora, unos cuantos euros más pobre, estoy esperando a que la casa me la sirva y poder empezar a disfrutar de todas las maravillas que se supone que me ofrece. Ya os contaré.

Mientras tanto, como yo todavía soy muy de mi cocina de toda la vida, aunque la Thermomix terminará ocupando un lugar en mi corazoncito, os traigo una receta de natillas hechas a la manera tradicional, siguiendo la receta de mi suegra. Tan tradicional es la receta que me ha costado no pocos intentos fijar las cantidades de los ingredientes, porque como receta de toda la vida, mi suegra no tiene las proporciones medidas. Ella lo hace más o menos a ojo según le pide la comida en el momento y le dice su experiencia. ¡Como debe ser! Pero, en fin, para los que no tengáis todavía esa destreza, como yo, os vendrá muy bien que os diga los gramos y mililitros bien mediditos J

Allá va, la receta de natillas más ricas del mundo: la de mi suegra 



NATILLAS

Ingredientes
• 750 ml. leche. (Yo utilizo leche de soja y, aunque deja un regustillo final distinto, están igualmente deliciosas)
• 3 yemas de huevo
• 100 g azúcar
• 30 g harina de maíz (tipo Maizena)
• Cáscara de un limón
• Canela (opcional)
• Galletas tipo maría o digestive (opcional)
• Frambuesas (opcional)

Elaboración
Echar en el vaso de la batidora, un vaso de leche aproximadamente, las tres yemas de huevo,la harina de maíz y el azúcar. Batir.

Poner el resto de la leche en un cazo a calentar a fuego medio bajo con la cáscara de un limón (¡bien lavadito!). Pasados unos minutos en los que la leche haya cogido el sabor del limón, retirar la cáscara y subir la temperatura.

Cuando empiece a hervir, bajar el fuego otra vez a medio bajo e ir echando poco a poco el contenido del vaso de la batidora sin dejar de remover con unas varillas.

Permanecer removiendo sin parar hasta que empiece a espesar. Retirar. Tened en cuenta que al enfriar espesará aún más. Tal y como os he contado la receta, las natillas quedan ligeras y muy suaves, nada espesas.

En mi casa, herencia de mi suegra, nos gusta poner una galleta, tipo maría o digestive, en el fondo del bol y verter encima las natillas, en vez de verter primero las natillas y colocar la galleta encima.

Así que si os parece, colocad las galletas en los boles (sale aproximadamente para unos seis boles) y verted inmediatamente las natillas por encima.

Espolvorear canela y dejar enfriar.

Por último, y tomando prestada la idea de un restaurante de San Pedro de Alcántara en el que sirven unas natillas que no están nada mal J, podemos coronarlas colocando una o varias frambuesas. La combinación es deliciosa...
       


Un beso enorme a todos y no olvidéis que me podéis seguir por facebook J