Escribir y mantener un blog es una ocupación exigente. Lleva mucho más tiempo del que yo sospechaba cuando empecé.
Este blog nació con la idea de ser mi "recetario". Estaba harta de tener mil y una recetas, cada una en un papel, algunas arrugadas, otras sucias... Un desastre. Para evitarlo, pensé que sería cómodo tenerlo todo junto en el ordenador... O, más aún, en vez de en simples archivos Word, ¿por qué no unirme a la moda bloggera y también compartir?
Y así inicié esta andadura de A la hora del té, como medio para dar cobijo a mis recetas dulces (mis recetas saladas siguen perdidas en el cajón. No doy para más J).
Este blog nació con la idea de ser mi "recetario". Estaba harta de tener mil y una recetas, cada una en un papel, algunas arrugadas, otras sucias... Un desastre. Para evitarlo, pensé que sería cómodo tenerlo todo junto en el ordenador... O, más aún, en vez de en simples archivos Word, ¿por qué no unirme a la moda bloggera y también compartir?
Y así inicié esta andadura de A la hora del té, como medio para dar cobijo a mis recetas dulces (mis recetas saladas siguen perdidas en el cajón. No doy para más J).
El problema es que una vez te sumerges en este mundo, tus necesidades van creciendo. Lo que al principio te parecía suficiente, ya no lo es. Cada vez quieres hacerlo mejor. Y no solo me refiero a las recetas, que también. Me refiero a los textos que escribes, a las fotos que haces, a la estética de las entradas, del blog... Hay todo un universo por descubrir (y del que ya os iré dando cuenta, porque últimamente estoy descubriendo cosas muuuy útiles para el blog...).
La preparación de los posts no siempre es igual de fácil. Hay ocasiones en las que he hecho una receta que merece la pena, tengo las fotos listas y en mi cabeza tengo la idea de cómo enfocar el post, pero no tengo tiempo material para dedicarme a ello; y hay otras ocasiones en las que tiempo sí tengo, un ratito al mediodía antes de ir al cole a por los niños o después de cenar cuando la casa respira tranquilad, pero si ese oasis no viene de la mano de la inspiración tampoco hay nada que hacer.
Imagino que a vosotros también os pasa. Aunque no sea ahora, seguro que recordáis cuando ibais a clase y teníais esos días espesos en los que las palabras no os salían. A mí me ocurre de vez en cuando. El otro día en el trabajo, sin ir más lejos, después de dedicarle un rato a un escrito, al releerlo yo misma me di cuenta de que el resultado era de lo más barroco... vamos, que de tan retorcido e historiado no había quien se enterara J Esos días son frustrantes. Más vale darse un respiro y volver a empezar de cero.
Hay veces en las que te pones a escribir y hasta desnudas una pequeña parcela de tu intimidad o de tu vida privada que nada tiene que ver con la repostería pero que brota espontáneamente y de alguna manera termina entrelazada con la receta que precede. Esos días son de gran inspiración... y de mucho tiempo por delante sin interrupciones J
Siempre, incluso cuando solo quieres subir las fotos de alguna bonita creación, hay que presentarlo, ¿o no? Aunque simplemente diciendo: "hoy os traigo las galletas que con más amor he hecho con ocasión del cumpleaños de mi hermana".


Y eso es justo lo que hoy os presento, sin más historias: las galletas para mi hermana Inés (no me preguntéis por qué, pero la llamamos también Ni).
Son unas galletas-piruleta sencillas pero vistosas. La receta de la masa es la que siempre utilizo para las galletas decoradas (la encontraréis aquí). La decoración es de glasa con una pequeña flor hecha de fondant.
¡Feliz cumpleaños (con un poco-bastante de retraso) y que cumplas mil más!